“ENTENDER EL JUEGO”

Fabiana acercó la tabla con la picada a la mesa mientras José Luis sumó unos panes calentitos que sacó de la parrilla, justo cuando las gotas de grasa de la carne caían chisporroteando sobre las brasas.

Las chicanas de siempre sobre qué y cuánto debían comer unos y otros —para justificar tanto esfuerzo en el entrenamiento— animaban la mesa. Las bromas seguían, pero había uno que no participaba. Estaba ahí, pero ausente.

Santiago, el único soltero del grupo, acababa de terminar un noviazgo de dos años.

De pronto, Charly lo empujó a meterse en la charla. Con el respeto del momento, pero también con la confianza que solo se permiten los amigos de verdad, le dijo:

—Dale, nene… ¿no tenés nada que decir? ¿Estás acá o te quedaste… eh, eh… allá? ¿Vos sabés dónde te digo?

Fabiana se mantuvo en silencio. No quería hacer leña del árbol caído, y menos sin saber bien cómo venía la mano. Pero los muchachos sí sabían. Entonces Osvaldo, mientras descorchaba el primer tinto, sirvió una copa y se la acercó a Santi.

—Tomá. Esto te va a desatar la lengua. Acá estás entre gente que te quiere bien, y estamos para bancarte.

Luego continuó sirviendo el vino a los demás.

Santiago agradeció con un leve gesto de cabeza y alzó la copa. Apuró el primer trago de Cabernet Sauvignon, que se sintió intenso en el fondo del paladar y al final de la lengua. Apoyó la copa sobre la mesa. Tomó una bocanada de aire, como para cargar los pulmones y que la voz no le temblara.

—Yo… juro que intento entenderlas, pero sin dudas hay algo que estoy haciendo mal. No sé en qué estoy fallando.

Terminó la frase y se dejó caer en la silla, como desinflado. Extendió la mano hacia la copa, y aunque no bebió, la sostuvo como si le diera algo a qué aferrarse.

—¿Entenderlas… a las minas decís? —preguntó Charly, buscando que retomara.

Santi apartó la vista de la copa y respondió:

—A las relaciones, quise decir. Con las mujeres todo bien, creo… nunca fui cerrado ni machista. Pero estoy entrando en los cuarenta, y la verdad es que recién ahora me empezó a gustar la idea de una compañera permanente.—

Dio un pequeño sorbo al vino, mientras los demás lo escuchaban en silencio. Entonces Osvaldo, el mayor del grupo, el único que había pasado los cincuenta, se incorporó. Todos sabían que venía una reflexión con tintes deportivos.

—Santi, si hay algo que tenés que entender de las relaciones… es que son como jugar una final del mundo. No tienen revancha. Ya está. Se terminó el partido. Te tocó perder, mala suerte. Habrá que prepararse para otro campeonato y hacer todo lo posible por ganarlo.—

La mesa entera sonrió, cómplice, pero nadie acotó nada. Hasta que Santiago volvió a hablar:

—Claro, Ovi. Pero para eso necesito una buena estrategia, porque me parece que no estoy entendiendo el juego.

Los demás no tardaron en sumarse con sus propias frases hechas:

—La mejor defensa es un buen ataque, nene.

—Hay que darle de punta para arriba y que salga lo que salga…

—Corazón y pases cortos. Pasión y buen trato.

Santiago los frenó con un gesto.

—¡Paren, che! En serio… tengo que ver en qué estoy pifiando.

Entonces usó su propia referencia deportiva, a pesar de que ese grupo jugaba fútbol 5 y no básquet, dijo:

—Cuando empecé a jugar mini básquet me enseñaron que, aunque se juega cinco contra cinco, muchas veces se define en el uno contra uno. Como en las parejas. Si el defensor está erguido, amagás un tiro y te vas dribleando hacia abajo del aro: conversión segura. Si está agazapado, fingís una finta y tomás un tiro limpio desde afuera. Pero en ambos casos, dependés de eludir la defensa.

Todos miraron a José Luis, el único con formación docente en deportes, que se acomodó los lentes, tomó aire y comentó:

—En realidad, Santi… estás hablando de fundamentos. De cómo se juega individualmente. No de estrategia.—

Pero se detuvo. Buscaba algo más. Entonces Fabiana, que había escuchado todo en silencio, aclaró su garganta y dijo:

—¿Sabés qué, Santi? Para entender el juego, primero tenés que entender a qué juego estás jugando. Y me parece que ahí está tu confusión. En una pareja no se juega uno contra uno… se juega en equipo. Pensalo como en un dobles de tenis: uno saca, el otro va a la red. Se cubren, se acompañan, se esfuerzan el uno por el otro. Y ganan, o pierden… pero juntos.—

Luego se paró y le dijo a José Luis:

—Fijate si está la carne, que yo voy trayendo las ensaladas.—

Y con ese solo gesto, les mostró a la tribuna lo que es “jugar en equipo”.

FIN

Escrito por: DIEGO PAOLINELLI (@dpaolinelli)

Ilustrado por: NEGRO GODOY

En Youtube podes encontrar los cuentos narrados en vivo en: @diegopaolinellicuentos.

Te esperamos!!!

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