Los Clubes de barrio tienen un alma solidaria como pocas instituciones.
Cada vez que había que: comprar camisetas para los equipos, o tal vez alguna categoría se destacaba y tenía la posibilidad de participar en un torneo regional o provincial. Ahí se renovaba esa cualidad que los distinguía. Una familia organizaba una rifa…otra aportaba algo para el sorteo, otro se encargaba de la venta. Todos juntos, en un esfuerzo mancomunado para generar lo suficiente para que se haga realidad el objetivo, más allá del resultado deportivo.
Fue así que a fines de los años ‘80, cuando la Categoría de infantiles de fútbol, chicos de 12 y 13 años, , habían logrado ganar el campeonato zonal y el boleto para participar del regional que se disputaría en la ciudad de Pergamino. Inmediatamente la sub comisión de Fútbol Infantil puso manos a la obra para conseguir los fondos necesarios para ir. Pero como les contaba, siempre aparece un vecino que se “suma” aportando a la causa. Y ese vecino fue Oscar “el colectivero”.
Oscar no era de ir mucho al Club, pero era muy generoso con su gente. Entonces puso a disposición su colectivo, de color rojo impecable, de la linea interna 500, que circulaba por las calles de Zárate.
Como no hacía recorrido los fines de semana. Les propuso que solo pagaran el combustible, lo cual era mucho mas barato, que alquilar un charter.
Llegó la fecha del torneo, a mediados de octubre. Oscar estuvo puntualmente a las 7 de la mañana, estacionó sobre el acceso lateral del Club, que daba al buffet. Abrió la puerta plegadiza de ingreso a la unidad y con su voz ronca por el cigarrillo, dijo: “¡¡¡Vamos que hoy ganamos!! Y si no….se vuelven a pie” jajaj. Lo cual puso una sonrisa en las caras de ansiedad de los chicos del equipo.
La delegación estaba compuesta por: los diesiseiss jugadores del plantel, el director técnico, su ayudante, el utilero, un par de miembros de la comisión directiva y otros dos de la sub comisión de fútbol.
Varios familiares y simpatizantes, acompañaban al equipo en sus vehículos. Partieron desde Zárate, en una mañana de domingo que prometía sol pleno.
El torneo ya tenía el fixture decidido por el equipo anfitrión, como solo eran cuatro equipos se jugaría en un solo día. Los dos ganadores de la primera parte pasarían directamente a la final y los perdedores, competirían por el tercero y cuarto puesto. El local jugaría el primer partido contra San Pedro, que en principio era el mas accesible y los chicos de Zárate contra San Nicolás.
La mañana pasó volando. El local ganó fácilmente su partido 3 a 0 y los chicos de Zárate hicieron lo propio con su rival, pero en un ajustado 2 a 1. Pergamino y Zárate, se verían las caras en la final.
El partido inició favorable a los locales. Tenían un número 9, con una pinta de gringo bárbara, parecía mayor que su edad y se llevaba por delante a la defensa de los zarateños. Y cuando faltaba poco para terminar el primer tiempo con dos goles suyos, sacaban una ventaja que parecía irremontable. Pero un contragolpe preciso que agarró mal parado a los locales achicó ventajas y daba esperanzas para el segundo tiempo.
Cuando inició la parte final, se notó desde afuera que la diferencia no era tanta, algunos ajustes para que la pelota no le llegara al goleador rival y con paciencia los zarateños se hicieron de la pelota. Faltando poco para el final, una buena combinación entre los delanteros, pusieron el 2 a 2 final y la suerte se definiría por penales.
El sorteo favoreció a los pergaminenses y eligieron comenzar pateando. La serie fue muy buena para los pateadores de ambos equipos, con un 4 a 4, llegaban a la última tanda por lado…pero en el quinto penal para los locales quedaba justo era el jugador N.º 9 que había sido la figura y goleador del campeonato. Apoyó la pelota en el punto de cal a doce pasos del arco, con la confianza de la actuación previa…tomó distancia y esperó el silbatazo con las manos en la cintura. Cuando el referí dio la orden, arrancó una carrera violenta y en el momento exacto que fue a impactar la pelota… se oyó un grito casi desgarrador por sobre todas las voces de las tribunas y provenía desde atrás del banco de los visitantes que dijo: “PECHE”….y el 9, el goleador del torneo, para sorpresa de todos envió el balón varios metros arriba del travesaño y cayó arrodillado por el desconsuelo. Su compañero , el arquero local corrió hacia él y lo levantó con la promesa de compensarlo…pero no pudo cumplir con el compromiso, el capitán zarateño fue imparable con el quinto penal y desató la alegría de los chicos del equipo visitante, los familiares, amigos y dirigentes presentes.
La ceremonia de premiación, fue tan breve como se puede esperar cuando el organizador no se lleva el triunfo. Los chicos se ducharon rápidamente y mientras tanto los dirigentes que acompañaban a la delegación, pidieron prestado un teléfono de linea al organizador (no eran épocas de celulares).. y avisaron al encargado del buffet del club en Zárate, que habían ganado y que se iban a reunir ahí a su llegada en un par de horas, que prepare unos sándwiches de chorizo para festejar con las familias.
Ya arriba del colectivo, los chicos, entre cánticos desafinados y palmas contra el techo del vehículo, daban inicio al viaje de vuelta.
En ese momento, en el grupo de adultos que rodeaba en los primeros asientos del chófer, ya habían arrancado el mate, cuando el utilero se acercó al entrenador y palmeando su espalda le dijo:
– “Che, todavía no me diste las gracias”.
—“¿Gracias, por qué?”, preguntó el director técnico
-”¡Porque los hice GANAR!” dijo el utilero orgulloso.
El entretandorr lo miró raro, como tanteando si era chiste o delirio, le preguntó:
—”Aahh, ¿vos los hiciste ganar a los pibes?…¿que le pusiste algún yuyo en los botines o les lavaste las camisetas con agua bendita?
Cachito el utilero arremetió con:
-”No, nada de eso. Fui yo el que gritó ¡PECHE!, cuando el nueve fue a patear su penal”
—”¿Y?, ¿Qué tiene que ver?”, insistió el DT.
-”Pero, vos no lo conoces al viejo Waldo Peche?”
Al oír ese nombre, todos los acompañantes del colectivo, incluido Oscar, giraron la cabeza y asintieron con gravedad (seguido de un movimiento de mano a la entrepierna propia).
–”El MUFA más grande del barrio”. Comentó uno.
–”Un tipo que te arruina un cumpleaños con solo saludar”, acotó otro.
El entrenador escéptico dijo:
—“Muchachos, ¿ustedes creen en esas cosas?”.
En épocas Bilardistas del fútbol nacional, llamaba la atención alguien que no creyera en cábalas o supersticiones.
Entonces otro siguió:
–”Una vez se metió al quincho del club donde estábamos por comer un asado y cuando nos empezó a dar charla, entró un perro y se robó la carne de la parrilla”
El entrenador ya de brazos cruzado dijo:
—Yo no creo en esas cosas. ¡Fue una casualidad!”
–”¿Casualidad? —dijo uno de los de la subcomisión—. Escuchá esto:…3 a 0, el primer tiempo de la final del nocturno. Llega el viejo en el entretiempo y dice: Pero que fácil resultó esto. A los veinte del segundo tiempo ya nos habían empatado 3 a 3 y terminamos pidiendo la hora. Lo tuvimos que echar de la tribuna y por suerte se fue, entonces ganamos por penales”.
Uno a uno fueron contando sus anécdotas fatídicas del viejo Waldo, mientras el entrenador los escuchaba entre divertido y escéptico, repitiendo al final de cada historia:
—“Casualidad”.
Hasta que los chicos, desde los asientos del fondo, empezaron un nuevo canto, cuando escucharon los relatos del mufa:
—Ole, ole, ole, oleeee… ¡Pecheee, Pecheee!
Y no habían pasado ni dos cuadras, cuando se escuchó un estallido seco, el colectivo empezó a cabecear para un costado, y Oscar frenó despacito hacia la banquina.
El entrenador entre asustado y sorprendido preguntó:
—“¿Qué fue eso?”
A lo que Cachito el utilero, con una gran sonrisa en la boca respondió:
–“¿Eso?…eso fue…¡¡UNA NUEVA CASUALIDAD!!”
FIN

Escrito por: DIEGO PAOLINELLI (@dpaolinelli)
Ilustrado por: NEGRO GODOY (@NEGROGODOY)
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Muy lindo siempre nos llevas a recordar… el pasado…
Muchas gracias Laura!